La creciente presión sobre el mercado inmobiliario en Valencia y su área metropolitana está impulsando la aparición de un nuevo modelo residencial. Pisos antiguos, principalmente de las décadas de 1960 y 1970, están siendo reformados para alquilar habitaciones individuales mientras se comparten zonas comunes como la cocina y el baño, una solución habitacional que recuerda a las residencias de estudiantes pero que ahora atrae a un perfil de inquilino mucho más diverso.
Puntos Clave
- Debido a los altos precios de la vivienda, antiguos pisos se están convirtiendo en alojamientos por habitaciones con zonas comunes compartidas.
- Este fenómeno se observa en barrios de Valencia como Soternes y en municipios cercanos como Mislata.
- Los vecinos denuncian problemas de convivencia, como ruido y fiestas, y temen la degradación de la vida comunitaria.
- Paralelamente, el Ayuntamiento de Mislata ha aprobado una moratoria de dos años para frenar la conversión de locales en pisos turísticos.
La transformación del mercado inmobiliario local
El aumento incesante de los precios del alquiler y la compra de vivienda en Valencia está obligando a buscar alternativas habitacionales que hasta ahora eran poco comunes. En barrios como Soternes y en localidades del área metropolitana como Mislata, los inversores están adquiriendo propiedades antiguas para transformarlas por completo.
El método consiste en eliminar la distribución tradicional de la vivienda para crear el máximo número posible de habitaciones independientes. Estas habitaciones se alquilan individualmente, y los inquilinos deben compartir espacios esenciales como la cocina, los baños o el salón. Este modelo, similar al de una pensión o un colegio mayor, se está expandiendo rápidamente.
Un problema derivado de la presión turística
El auge de los apartamentos turísticos ha sido un factor clave en la reducción de la oferta de alquiler a largo plazo y en el consecuente aumento de los precios. Municipios como Mislata han reaccionado con medidas regulatorias para intentar contener el impacto en su mercado residencial.
Testimonios vecinales: dos realidades diferentes
La percepción de este nuevo modelo residencial varía significativamente entre los vecinos de las zonas afectadas. Las experiencias en Mislata y en el barrio de Soternes en Valencia muestran dos caras de la misma moneda.
El caso de la calle Cervantes en Mislata
María, residente en la calle Cervantes de Mislata desde hace más de veinte años, describe una situación preocupante. "En cuanto un piso se vacía, lo compran, lo reforman de arriba a abajo tirando todos los tabiques, y cambian la distribución para dejar solo unas habitaciones y las zonas comunes", explica.
Según su testimonio, el perfil de los inquilinos es muy variado: "Hemos visto parejas jóvenes con niños pequeños, madres solas con hijos, personas de mediana edad... hay de todo". Esta diversidad, sin embargo, ha traído consigo problemas de convivencia.
"Hay temporadas, sobre todo cuando acompaña el buen tiempo, que les da por subir todos a la azotea y hacer barbacoas y fiestas hasta la madrugada", relata María.
La vecina teme que el fenómeno se extienda, ya que en su edificio de 16 viviendas ya existen dos pisos operando bajo este modelo. "Si no ponen freno a esto, se va a convertir en un problema mayúsculo", advierte.
Una convivencia más tranquila en la calle Cieza
La situación es diferente en la calle Cieza de Valencia, ubicada frente a la Ciudad Administrativa Nou d'Octubre. Francisco, otro vecino de larga duración, también ha observado la transformación de pisos en "residencias de estudiantes".
"Viven en habitaciones, cada una con su número, y comparten la cocina y el baño", detalla. Sin embargo, en este caso, el perfil del inquilino parece ser más homogéneo. "Todos los inquilinos son gente joven a la que, por las tardes, desde nuestra ventana se ve estudiando", comenta Francisco, quien junto a su esposa no ha registrado molestias significativas por ruido.
De local comercial a vivienda
En la misma calle Cieza, Francisco señala otra tendencia: la conversión de locales comerciales en plantas bajas en pequeñas viviendas. Estos inmuebles, que salieron al mercado por unos 150.000 euros, se convirtieron en una opción asequible para familias que no podían acceder a un piso tradicional debido a los "precios prohibitivos" del mercado.
La respuesta institucional y el futuro de los barrios
La proliferación de estos modelos habitacionales y el auge de los pisos turísticos han encendido las alarmas en algunas administraciones locales. El Ayuntamiento de Mislata, presidido por Carlos Fernández Bielsa, ha sido uno de los primeros en actuar de forma contundente.
El consistorio ha decidido aprobar una moratoria de dos años que suspende la concesión de nuevas licencias para pisos turísticos. Además, buscará la declaración de Mislata como "zona tensionada" para poder aplicar medidas de control sobre los precios del alquiler.
Esta medida busca proteger el carácter residencial del municipio, pero el desafío es mucho mayor. El fenómeno se extiende por otros municipios con buena conexión de transporte público con la capital, lo que amenaza con transformar la estructura social de los barrios tradicionales.
Expertos y vecinos coinciden en que, sin una regulación más amplia, este tipo de soluciones habitacionales podría consolidarse, desplazando a los residentes de toda la vida y fracturando el tejido comercial y social que define la vida en los barrios de Valencia y su entorno.