Miles de usuarios de la línea C1 de Cercanías que conecta Gandia con València denuncian un deterioro progresivo y constante del servicio. Los viajeros se enfrentan a diario a retrasos sistemáticos, una reducción notable en la frecuencia de los trenes y una masificación en los vagones que convierte el trayecto en una fuente de estrés e incertidumbre.
Lo que antes era un viaje de menos de una hora se ha convertido en una odisea que supera los 80 minutos, generando un malestar generalizado entre quienes dependen de este transporte público para sus desplazamientos laborales o académicos.
Puntos Clave de la Noticia
- Los tiempos de viaje en la línea C1 Gandia-València han aumentado de 55 a más de 80 minutos.
- La frecuencia de trenes se ha reducido a la mitad en horas punta, pasando de cuatro a solo dos trenes por hora.
- Los usuarios reportan hacinamiento constante en los vagones debido a la menor oferta de servicios.
- La percepción general es de un abandono del servicio, obligando a muchos a considerar el uso del vehículo privado.
Un viaje cada vez más largo e impredecible
Para los pasajeros habituales de la línea C1, la puntualidad se ha convertido en una excepción. El trayecto entre la capital de la Safor y València, que históricamente se completaba en unos 55 minutos, ahora rara vez baja de los 80. Este incremento de casi un 50% en el tiempo de viaje trastoca por completo la rutina de miles de personas.
"Llegar en 80 minutos ahora se considera un buen día", comenta un usuario frecuente. "Antes no era así. Teníamos trenes Civis que agilizaban mucho el recorrido, pero han desaparecido por completo del mapa".
Esta degradación ha generado una sensación de impotencia y resignación. Los viajeros suben al tren sin saber con certeza cuándo llegarán a su destino, lo que complica la conciliación laboral y personal. La incertidumbre se ha convertido en la norma, y la confianza en el servicio público está bajo mínimos.
El fin de los trenes Civis
Los servicios Civis eran trenes semidirectos que realizaban menos paradas, reduciendo significativamente la duración del trayecto. Su eliminación ha sido uno de los factores clave en el aumento del tiempo de viaje y una de las quejas más recurrentes entre los pasajeros veteranos de la línea C1.
Menos trenes, más aglomeraciones
El aumento del tiempo de viaje se ve agravado por una drástica reducción en la oferta de trenes. En franjas horarias de alta demanda, donde antes circulaban hasta cuatro trenes por hora, ahora los usuarios afortunados pueden elegir entre dos. Esta disminución de la frecuencia tiene una consecuencia directa: vagones abarrotados y condiciones de viaje incómodas.
Viajar de pie, apretado contra otros pasajeros, es una estampa habitual, especialmente en las primeras horas de la mañana y a última hora de la tarde. "No solo es que tardes más en llegar, es que el viaje es insufrible", explica una estudiante que utiliza la línea a diario. "Es imposible mantener una distancia mínima y la sensación de agobio es constante".
Esta situación no solo afecta al confort, sino que también genera problemas de accesibilidad para personas con movilidad reducida, carritos de bebé o bicicletas, que encuentran casi imposible moverse por el interior del tren.
Datos del deterioro del servicio
- Tiempo de viaje: Aumento de 55 minutos a más de 80 minutos.
- Frecuencia: Reducción del 50% en horas punta (de 4 a 2 trenes/hora).
- Servicios eliminados: Desaparición total de los trenes Civis (semidirectos).
La encrucijada del transporte público
El empeoramiento del servicio de Cercanías está empujando a muchos usuarios a abandonar el transporte público. A pesar de los llamamientos institucionales para fomentar una movilidad sostenible, la realidad del día a día hace que el vehículo privado parezca la única alternativa fiable.
Muchos pasajeros se debaten entre sus principios ecologistas y la necesidad práctica de llegar a tiempo a sus trabajos o centros de estudio. "Sigo cogiendo el tren por convicción, porque creo en el transporte público, pero cada día me lo ponen más difícil", admite un viajero. "Entiendo perfectamente a quienes han tirado la toalla y han vuelto al coche".
"Merecemos algo tan básico como subir a un tren con la tranquilidad de llegar a nuestro destino sin incidencias, sin retrasos y sin viajar hacinados. No tenemos que caer en la resignación ni en el conformismo".
Esta disyuntiva pone en jaque los objetivos de reducción de emisiones y descongestión del tráfico en los accesos a València. Si el servicio público no es eficiente, fiable y cómodo, pierde su razón de ser y su capacidad para competir con el coche.
Una demanda de responsabilidad ciudadana
El malestar acumulado ha cristalizado en una exigencia colectiva de mejoras. Los usuarios no consideran sus quejas como un lamento vacío, sino como un acto de responsabilidad ciudadana. Como contribuyentes, sienten que tienen el derecho a recibir un servicio público de calidad, acorde con los impuestos que pagan.
La situación de la línea C1 no es un caso aislado, sino un reflejo de los desafíos que enfrenta el transporte público en muchas áreas. La falta de inversión, una planificación deficiente y la ausencia de respuestas claras por parte de las autoridades competentes alimentan un descontento que crece día a día en los andenes y vagones del Cercanías.
Los miles de afectados esperan que sus voces sean escuchadas y se tomen medidas concretas para revertir una degradación que, de continuar, amenaza con dejar el servicio público como una opción inviable para la conexión entre la Safor y València.





