En las calles de Paiporta, la normalidad es una fina capa que apenas cubre la memoria del barro. Tras la devastadora DANA del 29 de octubre, que dejó una profunda cicatriz en la provincia de Valencia, emerge la historia de Nathalie Bassols y María, de 91 años. Un relato que va más allá de la reconstrucción de una casa; es la crónica de la lucha contra el trauma y, sobre todo, contra el olvido.
Nathalie, una joven psicóloga catalana, llegó con la intención de ayudar y se encontró con una realidad que la ancló a Paiporta. Su vínculo con María, una anciana que lo perdió todo, se convirtió en un símbolo de la solidaridad que persiste cuando las cámaras se marchan y la atención mediática se desvanece.
Puntos Clave
- Nathalie Bassols, una voluntaria, ayudó a reconstruir la casa de María, de 91 años, destruida por la DANA en Paiporta.
- La ayuda pública recibida por María, 6.000 euros, fue insuficiente frente a los más de 20.000 necesarios para la rehabilitación.
- A pesar de tener la casa reconstruida, María sufre un trauma psicológico que le impide vivir en ella por miedo a una nueva inundación.
- El caso expone la "segunda catástrofe": el abandono institucional y social una vez que pasa la emergencia inicial.
El Encuentro en Medio del Caos
Poco después de que la DANA arrasara Valencia, Nathalie Bassols dejó su trabajo en Cataluña y viajó sola hacia la zona del desastre. Su equipaje era simple: una mochila, guantes y una firme determinación de ser útil. Se unió a otros voluntarios para enfrentar la tarea más urgente y desoladora: sacar el lodo de las casas, garajes y vidas de los afectados.
"Me movía con lanzaderas, visitaba pueblos como Paiporta o Massanassa", recuerda Nathalie. Fue en ese ir y venir, entre escombros y desesperanza, donde conoció a los voluntarios de ATTsF, una ONG navarra que recorría más de 500 kilómetros cada fin de semana para prestar su ayuda. Junto a ellos, su camino se cruzó con el de María.
Una Casa que Era una Vida
María, una viuda de 91 años, vivía en la casa que su padre había construido. Para ella, no era solo una propiedad, sino el ancla de su existencia. "Aquí nací, y aquí quiero morir", afirmaba con rotundidad. Pero el agua, que alcanzó el metro y medio de altura, había transformado su hogar en un amasijo de paredes húmedas y muebles inservibles.
Sin seguro y con una ayuda pública de apenas 6.000 euros, la situación era crítica. "María necesitaba al menos veinte mil, y solo recibió seis", explica Nathalie. La cifra dejaba al descubierto la brecha entre la ayuda oficial y las necesidades reales de los damnificados.
La Reconstrucción: Más que Ladrillos y Pintura
La reconstrucción de la casa de María se convirtió en una misión colectiva impulsada por la solidaridad. Con materiales donados y el trabajo incansable de voluntarios, comenzaron a picar paredes, sanear humedades, instalar un baño nuevo y devolver el color a las estancias. Fue un proceso lento y arduo, financiado por la generosidad y el esfuerzo humano.
"Pasé por una vivienda en la que trabajé durante semanas y vi un cartel de ‘Vendida’. La propietaria me dijo: ‘Acabo de reformar, pero no voy a pasar por esto otra vez’", cuenta Nathalie sobre la renuncia de otros vecinos.
Durante meses, la vida de Nathalie fue nómada. Durmió en hostales, residencias e incluso en una nave industrial cedida por un vecino. "A veces no sabía dónde quedarme a dormir, pero no pensaba dejar a María hasta que todo acabara", confiesa, restando importancia a su propio sacrificio.
El Desafío del Alojamiento para Voluntarios
La falta de ayudas y de una estructura de apoyo obligó a los voluntarios que permanecieron en la zona a improvisar constantemente su alojamiento. Nathalie pasó por hostales, residencias, pisos compartidos y hasta naves industriales, evidenciando la precariedad en la que trabajaban aquellos que sostenían la recuperación a largo plazo.
El Miedo: La Inundación que Permanece en la Mente
Hoy, la casa de María está completamente habitable. Los electrodomésticos fueron donados, las paredes lucen limpias y el olor a humedad ha desaparecido. Sin embargo, la verdadera reconstrucción, la emocional, sigue pendiente. Este es el núcleo de lo que Nathalie describe como "la otra catástrofe".
"El problema es que María no vive aún del todo abajo. Duerme la mayoría de noches en casa de su hijo", explica la voluntaria. Las excusas varían, del frío a la humedad, pero la raíz es siempre la misma: el miedo. "Es miedo a que vuelva a pasar", sentencia Nathalie.
La Salud Mental Post-Desastre
Expertos en psicología de emergencias señalan que tras una catástrofe natural, los síntomas de estrés postraumático, ansiedad e insomnio son comunes. La sensación de vulnerabilidad puede persistir durante años si no se ofrece un acompañamiento psicológico continuado, un recurso que a menudo desaparece junto con la ayuda material de emergencia.
Este trauma invisible es una secuela profunda de la DANA. "Cuando hablamos de recuperación, pensamos en que la casa esté en condiciones. Pero eso no significa que la persona esté bien", reflexiona Nathalie. El apoyo psicológico inicial se disolvió con el tiempo, dejando a muchos, como María, solos con sus temores.
El Gran Enemigo: El Olvido Institucional y Social
La historia de Nathalie y María es un espejo de una realidad más amplia. Lo que empezó como una ola masiva de solidaridad se ha reducido a la perseverancia de unos pocos. "El olvido es el gran mal ahora mismo", afirma Nathalie con rotundidad. "Se ha ido la gente, se han ido las cámaras, y los que quedamos no tenemos dónde dormir ni ayuda para comer".
Su testimonio pone de manifiesto la caducidad de la atención pública. Los voluntarios navarros de ATTsF siguen acudiendo, pero con menor frecuencia. Organizaciones como SOS Valencia o la Fundación Isabel Enrique Díaz continúan su labor, pero el impulso inicial se ha apagado.
De la Emergencia a la Prevención
Nathalie, con su formación en psicología, va un paso más allá en su análisis. Subraya la necesidad de pasar de un modelo reactivo a uno preventivo. "Hay que pensar en cómo evitar que vuelva a pasar. Revisar seguros, infraestructuras, cauces... No podemos vivir apagando incendios".
Su reflexión es un llamado a la acción para las administraciones. La reconstrucción de las infraestructuras físicas es vital, pero también lo es fortalecer los mecanismos de apoyo a largo plazo y, sobre todo, trabajar para mitigar los efectos de futuros fenómenos meteorológicos extremos.
Mientras tanto, en la cocina rehabilitada de su casa en Paiporta, María sostiene la mano de Nathalie. En sus miradas se mezcla el agradecimiento y la incertidumbre. Ambas son conscientes de que su lucha no ha sido solo contra el agua y el barro, sino contra un enemigo mucho más persistente: la indiferencia que sigue a la tragedia.





