Ha pasado un año desde que la DANA devastó parte de la provincia de Valencia, pero para muchos, como Lola Cebrián, la primera veterinaria de Paiporta, la lucha diaria continúa. Su clínica, que fue arrasada por una ola de dos metros, ha vuelto a abrir sus puertas, convirtiéndose en un símbolo de resiliencia en medio de una recuperación que avanza a distintas velocidades.
A pesar de estar de nuevo en funcionamiento, las secuelas de la inundación persisten. Las humedades siguen brotando del suelo y el recuerdo de haberlo perdido todo en cuestión de minutos ha dejado una marca imborrable en la comunidad de L'Horta Sud.
Puntos Clave
- Lola Cebrián, veterinaria en Paiporta desde 1996, reabrió su clínica tras ser completamente destruida por la DANA de octubre de 2024.
- La recuperación de los pequeños comercios en la zona es desigual; un estudio de julio indicaba que casi el 50% de los locales en L'Horta Sud seguían cerrados.
- Las pequeñas empresas facturan un 10% menos que antes de la riada, mientras que las grandes superficies han recuperado sus cifras.
- Problemas como la humedad persistente en los bajos comerciales continúan afectando a los negocios que han logrado reabrir.
El día que el agua lo arrasó todo
El 29 de octubre de 2024 es una fecha que Lola Cebrián no podrá olvidar. Desde su casa en Bétera, lejos del epicentro de la tormenta, recibió una videollamada que le mostró el desastre en tiempo real. "Mi vecina me llamó para enseñarme cómo subía el agua, pero cuando giró la cámara hacia mi local, ya no estaba. Había desaparecido bajo el agua", relata.
Una furgoneta arrastrada por la corriente se estrelló contra la persiana metálica, abriendo una vía de entrada para una ola de más de dos metros que reventó la puerta y destrozó la pared trasera del edificio. Al día siguiente, cuando pudo acceder, el panorama era desolador. "Te das cuenta de que el trabajo de toda una vida se ha ido en un instante", explica.
El lodo y el agua habían arruinado casi todo. Un arcón frigorífico había sido lanzado contra una pared y el mobiliario estaba destrozado. De su antigua clínica, solo pudo salvar dos bancos de obra y algunas fichas de clientes que secó pacientemente en el tendedero de su casa.
La reconstrucción: una carrera contrarreloj
El camino para reabrir no fue fácil. El edificio donde se ubica la clínica sufrió daños estructurales tan graves que estuvo a punto de ser demolido. "Un día vinieron los bomberos y precintaron el local. Si hubieran tirado el edificio, dudo que hubiera tenido fuerzas para empezar de cero en otro lugar", confiesa Cebrián.
Un trauma recurrente
A día de hoy, un año después, Lola ha desarrollado una nueva rutina. Cada vez que las previsiones anuncian lluvias fuertes, recoge sus archivos importantes y el ordenador portátil y se los lleva a casa. Es un pequeño gesto que refleja el miedo persistente que la catástrofe ha dejado en los afectados.
La clave para su rápida reapertura fue el apoyo financiero. "El consorcio de seguros me adelantó dinero y me dio ayudas con agilidad, lo que me permitió empezar las obras pronto y reabrir poco después de Navidades", detalla. Esta rapidez, sin embargo, no ha sido la norma para todos.
"Limpio el suelo por la mañana y por la noche vuelve a estar mojado. Es como si lloviese aquí dentro cada día, pero es la humedad del suelo que no para de filtrar".
Su nueva clínica es más sencilla, funcional y pensada para volver a la actividad lo antes posible. Sin embargo, las secuelas físicas de la inundación siguen presentes. Las paredes y el suelo continúan filtrando humedad, un problema común en muchos bajos de la zona. "Va a pasar mucho tiempo hasta que esto termine de secarse", lamenta.
Una recuperación desigual en L'Horta Sud
El caso de Lola es un ejemplo de éxito en un panorama complicado. Al caminar por Paiporta, todavía son visibles numerosos locales comerciales vacíos, con las marcas del lodo aún en las paredes. La recuperación económica en la comarca de L'Horta Sud avanza a dos velocidades.
El impacto en cifras
Según un estudio de CaixaBank Research, los pequeños comercios de las zonas afectadas por la DANA siguen facturando un 10% menos que antes de la catástrofe. En contraste, las grandes superficies y cadenas comerciales ya han recuperado sus niveles de ingresos previos.
Un informe de la Universidad de Valencia y la Mancomunidad de L'Horta Sud, publicado en julio, arrojaba datos preocupantes: casi el 50% de los comerciantes de la comarca no habían podido reabrir sus negocios. El estudio también señalaba una "débil cultura de la previsión", ya que menos de la mitad de los comercios afectados contaban con seguros para catástrofes.
El dinero como factor clave
La capacidad económica para afrontar las reparaciones iniciales ha marcado la diferencia entre quienes han podido reabrir y quienes siguen esperando. Mientras los negocios de cadenas más grandes lucen renovados, muchas pequeñas tiendas de barrio, bares y talleres permanecen cerrados.
Esta situación ha generado una alta demanda de profesionales de la construcción. Es común ver anuncios de carpinteros, albañiles y reformistas pegados sobre los portones cerrados, a menudo justo encima de los restos de fango que el tiempo aún no ha borrado. Para muchos, la reconstrucción de sus vidas y negocios es una tarea que, un año después, está lejos de terminar.





